Al principio no hice nada.
En mi letargo sólo dejé que las hojas de otoño se acumularan.
De ellas se formó una montaña que se convertiría en tierra.

Después vino la conciencia de lo que había sucedido,
y con ella las lágrimas que formaran el mar.

El paso de los años, los once que han transcurrido,
derramaron sus granos de arena y formaron las playas.

Las frustraciones, los arrepentimientos, los abrazos y besos no dados,
levantaron elevados riscos donde las olas golpean violentamente.

Los recuerdos han sido las semillas
de las que han crecido los árboles y palmeras que la pueblan.

El escepticismo abrió grietas y formó grutas en las que crecen filosas
estalactitas y estalagmitas que punzan mi corazón.

Tu lejana imagen en la mente de mis hijos
es la espectacular puesta de sol que sabe a esperanza.

En general su clima es cálido y su cielo azul.
Pero también hay noches de tormentas
en las que el viento y lluvia la azotan y
los rayos y truenos la amenazan.

Pero ella siempre permanece firme, no se hunde.
Sus colores, olores y sonidos invitan a contemplarla.
Y aunque a veces se vea sola y abandonada,
en realidad, está viva,
transformándose y reconstruyéndose constantemente.

No es nada particular.
Está hecha de amor.
Es tu isla, en el medio del mar.

Besos
Luisa
Noviembre 18, 2014

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