Abro la cortina y veo el árbol que a Sebi le encanta observar. 
Qué triste se ve!
Las últimas hojas se le han caído con la tormenta de viento de la noche. 

Es otoño.
Recuerdo el primer verdadero otoño que viví.
No podía creer que los árboles, tan sin vida, volvieran a verdecer.
Sin embargo, lo hicieron en la primavera.
Una primavera como la que te vio nacer. 

Una primavera en que la vida volvía, te trajo a la vida.
Una vida en la que tuvieras veranos calientes, otoños tristes, 
inviernos fríos y 35 primaveras de esperanzas. 
Una vida, que como todas tiene ciclos, 
y que un otoño arrancara las hojas de tu árbol. 

Luego vino el invierno. 
Un invierno largo de 2 años en que volví a dudar 
que la naturaleza lograra vencer a la muerte. 
Pero entonces ya germinaba una nueva semilla 
que con una nueva primavera diera luz a la esperanza. 

Ahora abrazo a este pequeño brote de esperanza. 
Juntos vemos cómo las lágrimas del cielo mojan el pasto donde crece el árbol. 
Cómo el viento sopla y las hojas caídas levantan el vuelo. 
Cómo un rayo de luz se asoma entre las espesas nubes.  

Él voltea y me sonríe. 
No, el otoño no es triste. 
Es nostálgico, melancólico e invita al recuerdo. 
Me une a ti en el recuerdo. 

Yo le devuelvo la sonrisa,
le doy un beso y comenzamos el día.
 

Noviembre 18, 2006

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